Más de nueve meses bajo genocidio. Más de nueve meses sin tregua. Y ahora, también sin comida.
Desde el 7 de octubre de 2023, el pueblo palestino en Gaza vive bajo una ofensiva militar israelí de una brutalidad sin precedentes. Más de 39.000 personas han muerto según fuentes locales. La gran mayoría, civiles. Más de 15.000 son niños. Pero lo que está ocurriendo ahora va más allá del horror inmediato de los bombardeos: es una guerra contra la vida misma.
Hoy, Gaza enfrenta la mayor crisis de hambre del planeta.
No es una hambruna provocada por el clima o la escasez natural.
Es una hambruna provocada con intención, con cálculo, con bloqueo.

La ayuda está ahí. Pero no se deja pasar.
Desde el 7 de mayo de 2024, Israel ocupa militarmente el paso de Rafah, el único cruce con Egipto por el que podía entrar ayuda humanitaria a gran escala. Desde entonces, más de 1.500 camiones cargados de comida, medicinas y suministros están varados al otro lado de la frontera, pudriéndose bajo el sol del desierto.
Estos camiones podrían alimentar a la población gazatí durante más de cuatro meses. Pero no pueden cruzar. Israel no lo permite. Y Egipto, alegando motivos de seguridad, mantiene cerrado su lado del cruce, convirtiéndose en cómplice silencioso del asedio.
La comunidad internacional, mientras tanto, mira hacia otro lado.
Emite comunicados, organiza cumbres…
Pero la realidad en Gaza no cambia: la gente muere esperando un plato de comida.
Según el informe más reciente del Sistema de Clasificación Integrada de Fases (IPC):
244.000 personas en Gaza están en Fase 5: Catástrofe, el nivel más alto de inseguridad alimentaria.
Esto significa que ya están muriendo de hambre.Más de 1,94 millones de personas (93% de la población) están en situación de inseguridad alimentaria severa (Fase 3 o superior).
La desnutrición aguda infantil se ha disparado. Decenas de niños han muerto por causas directamente relacionadas con el hambre en las últimas semanas.
Y esto solo empeora cada día. Según el Ministerio de Salud de Gaza, al menos 19 personas mueren diariamente por desnutrición o causas derivadas.
En la última semana, más de 70 personas han muerto esperando comida.
Algunas fueron asesinadas por disparos cuando se acercaban a camiones de ayuda.
Otras simplemente colapsaron en el suelo, esperando su turno.
Israel no solo bombardea viviendas, hospitales y escuelas.
También ha destruido más del 68% de la infraestructura alimentaria: panaderías, invernaderos, almacenes, fábricas de harina.
Y ha impedido el paso de ayuda suficiente, bloqueando camiones, bombardeando rutas de reparto y expulsando a organizaciones como UNRWA de las operaciones de distribución.
¿El resultado?
Una población encerrada, hambrienta, asfixiada.
La comida existe, pero no se deja entrar.
Y todo el que levanta la voz se encuentra con un muro de indiferencia internacional.
Esto no es un error logístico.
No es falta de coordinación.
Es una estrategia deliberada de castigo colectivo.
Desde nuestra organización, seguimos entregando tajaras de alimentos todos los días, pese a las dificultades.
Porque cada plato que conseguimos entregar es un acto de resistencia y de humanidad.
Una ración de comida no es solo alimento:
es vida. Es dignidad. Es esperanza.
Pero no podemos hacerlo solos.
¿Qué puedes hacer tú?
Habla. Grita. Señala. No permitas que esto se normalice.
Comparte esta información. Usa tu voz. Usa tus redes.
Dona si puedes. Una tajara puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Gaza no necesita solo solidaridad. Necesita justicia. Necesita libertad.
🔗 https://fundcapp.org/es/ayuda-urgente-para-gaza-2/
No seas neutral ante un genocidio.
El silencio también mata.